lunes, 26 de noviembre de 2007

El día de acción de gracias

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"¿Es posible invitar a todos los americanos de la escuela a casa para celebrar el día de acción de gracias?" "¡Joder, sí! Nunca he tenido un día de acción de gracias".
Sábado. "¿Habrá banderas, verdad?" "No, es que hay gente a la que no le hace gracia que pongamos banderas americanas". "¡Vaya unos cojones! Pues yo pinto una, en plan artista". Que no soy yankie ni nada, así que nadie se puede quejar. Es posiblemente el único día de acción de gracias de mi vida y el nene quiere una bandera. ¡No se ha fastidiao! ¡No a la guerra! ¡Abajo Bush! ¡Y que se joda el imperialismo! Pero Elvis es Dios y Joe Ramone su profeta, los jeans, el claro ejemplo de que los italianos no tienen nada que hacer en esto de la moda, Hollywood es el único cine que entiendo, y sí, algún día conduciré un puto Hammer. Así que quiero una bandera con las barras y las estrellas en mi jodido día de acción de gracias. Porque hoy soy como un niño y este día es mío. Voy a por mis pinturas y busco un cartón bien grande por las basuras del vecindario. Empiezo a pintar en el salón y todos los yankies que estaban acojonados empiezan a mirarme sorprendidos, levantan la cabeza, timidamente, con ojos que han cargado con el injusto yugo de la vergüenza. Cathleen se me acerca con una mirada que dice: "gracias". Yo le pregunto: "¿Las estrellas eran de cinco puntas, verdad?" Ella, muy educada, me dice: "Oh, no te preocupes, puedes hacer círculos". Replico enérgico: "Tienen que ser estrellas". No tengo ni idea de política, señor, pero hay algo de lo que estoy convencido, todo el mundo debería ser acogido cuando está fuera de casa.



Por la noche, vamos al cumpleaños de Martin. Es en el Este de la ciudad. Llegamos tarde y no podemos entrar. Helen llama a una amiga que vive cerca y que, casualmente, estaba celebrando una fiesta en su casa. Me veo en un piso increíble, rodeado de arquitectos ingléses, una pintora y demás especies varias. Como dicen por aquí, todo muy cool. Empezamos a bailar. Gente desconocida. Espontáneamente. Pocas veces en mi vida me he sentido tan liberado de prejuicios. Londres sigue enamorandome.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Sábado por la noche en San Telmo. Una banda de jazz improvisando en el salón de una casa particular. Son las cuatro de la mañana. Desconecto la mente. Dejo encendido el cuerpo, y alcanzo esa extraña cosa que llamas libertad. Sólo un segundo, un instante, pero ha merecido la pena.