jueves, 4 de diciembre de 2008

Un trombón venido de Alberta

En el díario de un viajero, siempre hay un tiempo para despedidas que preceden nuevos encuentros. En el diarío de un viajero siempre hay encuentros que propician momentos, caminos fluyendo en la distancia, como carreteras cuyo único rumbo es el perderse juntas. Creo que llevo toda la vida huyendo del dolor que produce la pérdida. Cuando llegué a Londres hace algo más de un año, al tiempo que un pasado se cerraba como una cicatriz mal curada, un mundo se abría ante mí, de luces y colores caleidoscópicos, de locos sin rumbo más allá de la noche que se abre`paso, solitaria, increíblemente hermosa. En aquella borágine apareció el más loco de los locos, trombón en mano, salido de los pozos de petroleo que cubren Alberta, Steve, como una luz en la noche.
Recuerdo a Carole y Eva riendo, nadie hubiera podido hacernos daño. ¿Quién se hubiera siquiera atrevido? Luke Leighfield y el bueno y viejo Bruce lo sabían hacía ya tiempo, las nuestras eran ciudades llenas de perdedores y nosotros nos largamos de allí para vencer.
Noches de Jazz y cerveza, Roy Orbison sigue cantando para los solitarios. A mis años ya sé que un adiós jamás será un hasta luego. Adiós amigo, adiós Pero también sé que la carretera siempre ha sido de aquellos que no tememos recorrerla. Que el camino te sea propicio Stevito, que el viento sople a tu espalda, y que el sol no olvide nunca rendir a tu rostro la reverencia que sólo los grandes merecemos. No temo lanzarte un beso y decir que nunca te olvidaré, que nunca más volverá a sonar "Thunder Road" sin que me acuerde de tí, sin que en mi rostro se dibuje una mueca burlona y una lágrima se deslice tan solitaria como nuestras fugas. Gracias amigo, behave yourself.