martes, 30 de octubre de 2007

Dejarse fluir

Ahí va la segunda carta.

En mi segunda semana en Londres, llegaron Agnese y Natali. Capítulo a parte para estas dos criaturas que, como ángeles, parecen pregonar, con su sola presencia, que la providencia no se marchó de vacaciones.

Martes por la mañana. Amanece lloviendo, el cielo está totalmente encapotado. Tengo un montón de cosas que hacer. Me levanto y están Agenese y Natali preparando un pastel. "Sí, es para comerlo entre todos. Es que nos apetecía." ¡Como cuando era un niño! Me pongo a ayudarlas. Se me ocurre que podríamos hacer un batido para acompañar. Cojo la bici, me voy a la tienda que hay cerca de casa y traigo ingredientes. Nos tiramos toda la mañana entre harina, huevos, mantequilla, leche y demás pringosidades. Por la tarde montamos una merienda entre todos. En esta casa estoy descubriendo algo de lo que me habló Ale hace ya tiempo. "Hay que dejarse fluir" suele decir. ¡Cuánta razón tiene! La vida me lo va mostrando. Matteo es un auténtico catalizador de fluires, sin que uno se de cuenta, en un día cualquiera, es capaz de aparecer con vino y gente, de la nada brota la música, y cuando simplemente bajabas a cenar, acabas metido en una fiesta.

En estos días la casa es un venir e ir de gente. Vino Pablo de Argentina, Cathleen de Seattle, y luego han venido Arturo un Güei del D.F. que está como las maracas de Machín aunque es un genio y Naomi de Puerto Rico. No me puedo resistir a contaros la llegada de Arturo. Vuelvo de trabajar y me encuentro a todos reunidos en torno a un chico que empieza a sacar todo tipo de artilujios de su maleta. Trucos de majia, chistes, coches con un globo para hacer de propulsión. Pero lo más grande es el momento en que saca las mascaras de lucha libre mejicana. Máscara sagrada, el Payaso, un montón de nombres más y, mi preferido, Rayo de Jalisco.

Agnese, Natalí y Pablo se han ido al este, igual que Xaba y Mirtha, y Carlos y Sara. Así que tras mucho ajetreo, la casa empieza a normalizarse. El otro día fue el cumpleaños de Natalí, y vino Agnese a preparar una tarta. Os dejo unas fotos de aquello y la posterior fiesta en el este, en casa de Agnese, Natalí y Pablo.


Agnese repostera




Vaya periplo, atravesando Londres con la tarta.



Mirad los zapatos de Natalí





Y aquí estoy, con el gorro de Natalí.




Por cierto, como os estoy mandando estas cartas por fascículos, doy por supuestas cosas que vosotros aun no habéis leído. Ayer recibí un mail de Andrés preguntándome qué tal la entrevista de trabajo. Pues llevo ya casi tres semanas trabajando en la English Nacional Opera. No, no, mi carrera en el mundo del espectáculo no está llendo tan rápido. Soy camarero en el bar de la Ópera. La experiencia es también muy buena. Estoy con el mejor jefe que he tenido hasta la fecha, y los compañeros son estupendos. Esoty con ingleses, franceses, hispanos, algún que otro bulgaro - esa gente trabaja como nadie - un par de italianos y demás especies varias. En el bar en el que suelo trabajar - hay seis bares - estoy con Robert y Billy, ingleses, con Guillaume y Vincent, franceses y Tonitto, italiano. Así que estoy practicando ingles y, sorprendentemente, frances, lo que me viene muy bien. Esta ciudad es lo que tiene, es como el arca de Noé.

Nada más desde aquí. Os dejo una canción que Matteo me ha descubierto y que está siendo la banda sonora de estas semanas un tanto bohemias y muy londinenses.

'>http://www.goear.com/files/localautoplayer.swf" />

domingo, 28 de octubre de 2007

Working class heroes

Hay días en que esta vida me puede. No parar de currar, seguir sin un puto duro. Uno intenta hacerlo lo mejor posible, te levantas temprano, vuelves tarde del trabajo, intentas ser intachable, pero el precio de la honradez es demasiado caro. Esta mañana, justo en un día en que estaba comiendome la cabeza con estos asuntos, me encontré, casi de casualidad, con esta pequeña joya de 'New Order', y me he acordado de que te quiero, de que me quieres, y todo lo demás no importa.

viernes, 26 de octubre de 2007

No direction home

Ahí va la primera de las dos cartas que os he ido escribiendo estas semanas y que ahora publico.

Lluvia en el andén, de un tren hacia algún lugar de nombre incierto, pudiera ser Willesden Junction. Cargado de maletas, el tren me lleva hacia casa, aunque jamás he estado allí. Sólo una dirección, mucho camino a mis espaldas, empieza a ser demasiado, las maletas llenas, y esta profunda hambre que me empuja carretera abajo, rumbo a ninguna parte. En la estación nadie me espera, mi móvil se ha quedado sin cobertura, pregunto a una vendedora de billetes que, muy amablemente, me indica el camino. “’Iz’ only seven ‘menots’ from here”, sonrío, y alcanzo a decir “thank you very much”. Voy hacia allá, cruzo el puente y giro a la derecha, luego entendería que siete minutos era girando a la izquierda. Media hora de camino bajo la lluvia y llego a Haycroft Gardens. Delante del número 17 hay un tipo alto hablando por teléfono; habla en español. Me acerco y le indico que soy el que iba a venir a la casa. Él sonríe como si fuera de la familia, llamamos a la puerta. De pronto abren personas desconocidas, de la nada sale Mirtha, gritando y, de un salto, me abraza. Dígame jefe, ¿por qué siempre, cuando uno está a punto de derrumbarse, aparece alguien para devolver el ánimo? No tengo nada, más que el frío en estos huesos, es tarde; de pronto, la comitiva empieza a atarearse. “Querrás cenar algo. Cena con nosotros”. “O, no tengo nada, debería ir a hacer compra”. “No seas tonto”.

Isabel, Carlos, Sara, Martín, Xaba, Mirtha y yo estamos cenando en una vieja cocina con las paredes desconchadas, el suelo conserva a duras penas unas losas granates que antaño debieron ser baldosas. Todo está patas arriba y la palabra higiene hace mucho que se dejó de pronunciar por aquí. En torno a la pequeña mesa nos apiñamos, nuestros cuerpos y el calor de la sopa que ha preparado Carlos reconfortan hasta el corazón; reímos. Hay una cosa que me llama la atención, tanto en Minesota, como en Inglaterra, Méjico, Guatemala, Madrid, Valencia o Murcia la risa es la misma.

En los días posteriores a mi llegada, van apareciendo más personas. Teresa y Flora, también de Minesota; Matteo, de Milán, aunque ya ha estado en medio mundo; Diego, de una pequeña ciudad al sur de Río de Janeiro. Es el cumpleaños de Isabel, así que vamos a un pub del este de la ciudad. ¡Pintas a 2 libras! Ni en España hay nada tan barato, merece la pena pasarse dos horas y media para volver a casa (el transporte en Londres es horrible). Alex, Leire, Karim, Jet, Teresa y nombres que no recuerdo. Un dj negro, que cada cierto tiempo va pinchando distintas versiones de ‘Cocaine’ de Clapton. Me muero de hambre. Matteo y yo vamos por un Kebap, lo pido picante. Gran error, aquí picante quiere decir que pica de verdad. Volvemos al pub, otra pinta de Stella Artois que me bebo como si fuera agua, para bajar el picor. La vuelta a casa, una auténtica odisea bajo el frío.

En estos días Xaba me ha estado echando muchos cables, para conocer la ciudad, y me ha conseguido una entrevista de trabajo para el bar de la English Nacional Opera.

Y, en fin, sólo un sentimiento; tal vez, el camino a casa esté en algún lugar dentro de las entrañas…

jueves, 25 de octubre de 2007

Perdonen la ausencia

Han sido unas semanas muy locas. Hoy, al fin, he conseguido internet. No es que me haya olvidado de estos atardeceres, aquí en Londres son especialmente melancólicos. Morriña dicen los gallegos; 'The faraway hills are green', lloran los irlandeses. En fin, Londres es maravilloso y la experiencia que estoy teniendo impagable. Ayer empecé las clases y es impresionante. Llevo dos días haciendo improvisación. Hoy he tenido clase de acrobacia, el profesor, Ken, es un genio, he hecho cosas que jamás había sido capaz de hacer, pero ese tío es capaz de explicarte perfectamente cómo hacerlas: "lo que pasa es que tienes que juntar las piernas" y derrepente lo que ningún profesor había conseguido sale como nada. Eso sí, el ritmo es muy fuerte y he terminado machacado.

Nada más desde aquí, que les he ido escribiendo aunque no lo haya publicado; así que voy a publicar un par de entradas sobre mis primeras semanas en Londres. Y que les hecho de menos, aunque voy profundizando en la morriña, y estoy empezando a descubrir que hay un echar de menos que consiste en: "cómo quisiera estar allí"; mi morriña es más de aquellas que dicen: "cómo quisiera que estuvieras aquí".

'>http://www.goear.com/files/localautoplayer.swf" />

jueves, 4 de octubre de 2007

Desde Londres con el sol golpeando el rostro

En mi segundo día por estos lares el sol brilla fuerte y hermoso, hace calor y Londres parece prepararse para una primavera llena de vida. No he podido conectarme hasta hoy a la red, prometo fotos, prometo historias, como diría Bunbury, prometo hasta la luna, pero esta noche tendré que llevarte a cenar. Esto es sólo para que sepáis que estoy bien. De momento nada más, aunque ya hay mucho que contar.

Un beso, o en palabras de una buena amiga, una patada en el culete.